El yacimiento arqueológico de El Peñón, situado en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), ofrece un testimonio fascinante de la vida en el Calcolítico y la Edad del Bronce. Dos aspectos destacan particularmente en este enclave: los vestigios de cerámica campaniforme y su ubicación a una altura atípica para los asentamientos de la época.
La cerámica campaniforme: Indicativo de jerarquía y comercio
La cerámica campaniforme, asociada principalmente a contextos funerarios y datada alrededor del año 2500 a.n.e., es uno de los elementos más significativos hallados en El Peñón. Este tipo de cerámica no solo representa un elemento decorativo o utilitario, sino que también señala la existencia de una estructura social jerarquizada en el poblado. Según el arqueólogo Daniel Pérez-L’huillier, director de la excavación, su presencia evidencia la emergencia de una élite que organizaba y lideraba la vida comunitaria.
“Una comunidad sin liderazgo difícilmente acometería la construcción de una muralla como la que hemos documentado”, afirma Pérez-L’huillier. Alrededor de mil fragmentos de esta cerámica han sido descubiertos en el yacimiento. Estos fragmentos incluyen decoraciones geométricas y motivos característicos, lo que refleja una elaboración meticulosa que requería técnicas avanzadas para su tiempo. Además, se ha constatado que estas piezas contenían residuos de bebidas fermentadas como cerveza, lo que sugiere su uso en rituales o celebraciones exclusivas, posiblemente relacionadas con individuos de alto estatus o con visitantes de otras regiones.
Otro aspecto destacado es que la cerámica campaniforme estaba vinculada a redes de intercambio, ya que este estilo se encontraba en diversas partes de Europa, lo que indica que las comunidades de El Peñón formaban parte de una dinámica comercial y cultural más amplia. Su llegada a la Península Ibérica probablemente estuvo asociada a grupos migratorios que trajeron consigo nuevos conocimientos y prácticas.
Un asentamiento a gran altura: Rompiendo paradigmas
Otro aspecto singular de El Peñón es su ubicación a 775 metros sobre el nivel del mar, una altitud inusual para asentamientos del Calcolítico, que generalmente se situaban en llanuras cercanas a cursos de agua. Esta elección de emplazamiento, según los expertos, refleja un cambio en los patrones de asentamiento más asociado a la Edad del Bronce que al Neolítico. Este hallazgo amplía nuestra comprensión de las estrategias adaptativas y defensivas de las comunidades prehistóricas.
La muralla de piedra: Testimonio de organización y resistencia
En la reciente campaña de excavación, el equipo de arqueólogos logró exponer secciones de una muralla de piedra, un avance significativo después de varios años de investigación. Esta estructura, construida alrededor del 2500 a.n.e., reemplaza las empalizadas de madera comunes en períodos anteriores y revela una preocupación por la defensa del asentamiento. Aunque erosionada por factores ambientales y el aprovechamiento de sus piedras en épocas posteriores, la muralla conserva vestigios de varias fases constructivas que abarcan hasta el segundo milenio a.n.e., lo que indica una ocupación prolongada.
Dieta y modos de vida en El Peñón
Los restos óseos de animales y las semillas halladas en el sitio proporcionan información clave sobre la dieta de sus habitantes. Los análisis iniciales sugieren un consumo diversificado que incluía productos lácteos como mantequilla, yogur y quesos similares al de Burgos, procesados en vasijas específicas. Además, la presencia de telares indica que estas comunidades también trabajaban la lana, lo que refuerza la imagen de un asentamiento autónomo y bien organizado.
El impacto de eventos catastróficos
En el yacimiento también se han identificado bloques desprendidos de la roca que sugieren la posibilidad de un terremoto ocurrido en el tercer milenio a.n.e., un fenómeno que podría haber alterado la configuración del asentamiento y su entorno.
Un legado arqueológico en evolución
El Peñón no solo documenta una transición entre períodos históricos, sino que también ofrece una visión rica y detallada de la evolución social, económica y cultural de las comunidades prehistóricas en la Península Ibérica. Su estudio continúa revelando nuevas capas de información, subrayando la importancia de preservar y profundizar en el conocimiento de este singular enclave arqueológico.