Catarroja marca con azulejos la huella de la DANA

A simple vista parecen piezas decorativas, pero cada azulejo instalado en las fachadas de Catarroja cuenta una historia. O más bien, una advertencia. “Fins ací arribà la barrancà” (hasta aquí llegó la riada), dice la inscripción que acompaña a la fecha del 29 de octubre de 2023, el día en que la DANA desbordó barrancos y calles, y convirtió viviendas y comercios en cauces improvisados.

Ahora, el Ayuntamiento ha querido grabar esa memoria en cerámica, al estilo de los antiguos testigos de la riada de 1957 en València. Cien azulejos, diseñados por la artista local Patrícia Fernández, marcarán la altura exacta a la que llegó el agua en distintos puntos del municipio. No se trata solo de una señal: es un homenaje y una promesa de no olvidar.

La memoria en la pared

La idea surgió casi por azar. Durante una visita a las zonas más afectadas, el concejal de Urbanismo, Parques y Jardines, Martí Raga, escuchó el testimonio de una vecina que ya había repintado su fachada, pero antes dejó una línea de lápiz marcando hasta dónde había subido el agua.

“Me dijo que no quería olvidarlo. Aquello me impresionó mucho”, recuerda Raga. Fue entonces cuando pensó en rescatar la tradición de los azulejos históricos. Pero esta vez no como recuerdo de una gran riada urbana, sino de una barrancada que golpeó de lleno a barrios concretos.

El jueves se colocaron las dos primeras piezas: una en la calle Casetes d’Isidoro, donde el nivel fue de 50 centímetros; otra en Crecencio Chapa, donde el agua alcanzó los 2,20 metros. La diferencia no solo se mide en altura, sino en impacto: los azulejos serán un mapa emocional del desastre.

Un centenar de recuerdos

Los cien azulejos ya están listos para ser instalados en distintas fachadas del municipio, gracias a la colaboración de vecinos que han cedido parte de sus muros como soporte. Algunos diseños incluyen motivos valencianos tradicionales; otros rinden homenaje a los voluntarios que acudieron en los primeros días de emergencia, cuando la ayuda ciudadana fue más rápida que los protocolos.

Lejos de ser un elemento meramente decorativo, la iniciativa quiere poner en valor algo más profundo: la capacidad de una comunidad para recordar sin resignarse, pero sin borrar lo vivido. “Queremos que, cuando se recupere cada parque, cada calle o cada edificio público, esa última piedra sea la del recuerdo”, explica Raga. “Como un símbolo de que hemos vuelto a levantarlo, pero que no olvidamos lo que pasó”.

Contra el olvido climático

El proyecto no solo busca memoria. También lanza una advertencia: el cambio climático está dejando marcas visibles, y estos azulejos son parte de ese nuevo paisaje urbano. No son monumentos al agua, sino recordatorios de su fuerza y su imprevisibilidad.

Que la cerámica sirva ahora para narrar una herida es, quizás, lo más valenciano del gesto. Un arte tradicional transformado en testigo silencioso, repartido por esquinas y portales. Porque si algo ha demostrado Catarroja, es que la reconstrucción no tiene que borrar la memoria.

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