El MuVIM acoge una exposición que rescata el alma ancestral de la alfarería guaraní a través de las esculturas de tres artistas que modelan barro sin torno ni artificios: Julia Isídrez, Ediltrudis y Carolina Noguera.
En un rincón del MuVIM, el barro cobra vida. No se trata solo de cerámica; son cuerpos, espíritus, animales imaginados, figuras que hablan desde el interior de la tierra paraguaya. La exposición “Mujeres ceramistas del Paraguay” reúne por primera vez en València la obra de Julia Isídrez, Ediltrudis Noguera y Carolina Noguera, tres mujeres que han transformado la tradición alfarera de su país en una forma radical de arte popular contemporáneo.
Sus piezas no nacen del torno ni de la maquinaria moderna. Como se hace desde hace siglos en sus comunidades, modelan a mano, desde la base, churro a churro, cada figura. Trabajan en cuclillas, en patios abiertos, utilizando herramientas simples y saberes heredados. El resultado: esculturas únicas que hablan del cuerpo, del mito, de la memoria y del silencio.

Arte sin torno, herencia sin fecha
Esta cerámica es femenina, doméstica, comunitaria. Se llama ñai’upo, y ha sido pasada de madre a hija durante generaciones. Las tres artistas que hoy exponen en el MuVIM son herederas de esa línea ininterrumpida. Pero no son solo herederas: son creadoras. Reinventan la tradición desde dentro.
Julia Isídrez, natural de Itá, comenzó a modelar barro a los 17 años con su madre, la legendaria ceramista Juana Marta Rodas. Hoy es una de las artistas paraguayas con mayor proyección internacional: ha expuesto en museos de América Latina, Europa y recientemente en la Bienal de Venecia. Sus vasijas toman formas animales, con patas, orejas o colas que emergen del barro como si siempre hubieran estado ahí.
En Tobatí, Ediltrudis Noguera y su hermana Carolina también aprendieron junto a su madre, Mercedes Areco de Noguera, y moldearon sus caminos. Ediltrudis se reconoce por su estilo expresivo y rústico, sus esculturas monumentales, sus criaturas híbridas que parecen salidas de un sueño. Carolina, por su parte, trabaja con el barro negro ahumado para crear ángeles de tierra: figuras delicadas y profundamente espirituales.

Barro como lenguaje
Adriana Almada, comisaria de la muestra, lo resume con claridad: “Estas obras trascienden la artesanía. Son arte popular en el sentido más fuerte y vivo del término”. Almada destaca también los lazos simbólicos que unen Paraguay con la cerámica valenciana: “Ambas culturas entienden el barro no solo como material, sino como lenguaje”.
Y es que esta exposición no se limita a mostrar objetos bellos. Lo que se exhibe aquí es una forma de resistencia cultural, de vínculo con la tierra, de creación libre en contextos de marginalidad económica. Las obras de estas mujeres parten de una técnica que combina la herencia guaraní con la alfarería colonial española del siglo XVI, un mestizaje forzado del que nació una tradición fértil y viva.

Un puente iberoamericano
Para el diputado de Cultura, Paco Teruel, la muestra tiene también un valor político: “Es un gesto de apertura hacia nuestros hermanos iberoamericanos, con quienes compartimos memoria, lengua y luchas”. Por eso, insiste, el MuVIM seguirá apostando por este tipo de proyectos: “Queremos abrir ventanas a otras voces, otras formas de entender el arte”.
La exposición puede visitarse durante todo el verano en el MuVIM. Y al salir, una idea persiste: que en cada pieza de barro late no solo una historia individual, sino un continente entero de saberes compartidos.



