El sector cerámico busca fórmulas para atraer talento joven ante un futuro incierto marcado por la falta de renovación generacional
No es un secreto, la industria cerámica en España está envejeciendo. Tampoco lo es que apenas hay jóvenes dispuestos a sumarse al oficio. Hoy, el 52% de quienes trabajan en el sector supera los 45 años, y más de una cuarta parte está ya por encima de los 55. El reloj avanza y el relevo generacional no llega. Si la tendencia no cambia, el clúster cerámico castellonense podría perder en menos de dos décadas buena parte de su capital humano.

Así lo refleja un reciente informe elaborado por Randstad Research con datos del Instituto Nacional de Estadística. El estudio pone cifras a una preocupación creciente entre los responsables del sector: la escasa presencia de jóvenes. Los menores de 24 años apenas representan el 3% de la plantilla, y entre 25 y 34 años apenas se alcanza el 18%. La franja entre 35 y 44 años aguanta, pero se ve alcanzada ya por el volumen de trabajadores mayores de 45. La pirámide laboral está girada.
Frente a esta realidad, las empresas no se quedan de brazos cruzados. Algunas han empezado a mover ficha: intentan mostrar que pueden ser un destino profesional estable, con sueldos por encima del mínimo y cierta flexibilidad horaria. Pero, de momento, no está siendo suficiente.
Una cuestión de atractivo
La gran pregunta sigue en el aire: ¿por qué los jóvenes no quieren trabajar en cerámica? A diferencia de otras décadas, hoy el trabajo en fábrica no goza del prestigio de antaño. El esfuerzo físico, los turnos, y una percepción de “trabajo duro y poco creativo” parecen pesar más que la estabilidad o el salario.
El desafío no es exclusivo de la cerámica. La construcción, por ejemplo, también sufre una sangría generacional. Albañiles, fontaneros, gruistas… escasean los jóvenes que quieren aprender estos oficios, pese a que muchos de ellos ofrecen buenas condiciones y estabilidad a largo plazo. Lo mismo sucede con sectores como el comercio de proximidad o la mecánica: pequeños talleres que ven con tristeza cómo no hay quien quiera tomar el relevo.

El riesgo de mirar hacia otro lado
En el caso del azulejo, el problema es doble: la falta de cantera joven y la acumulación de personal en edad próxima a la jubilación. De hecho, uno de cada cuatro trabajadores podría retirarse en menos de diez años. Y si no se logra inyectar sangre nueva, el impacto puede ser más que notable.
Los expertos advierten que este no es un problema para el futuro, sino para el presente. El envejecimiento del sector se viene agravando trimestre tras trimestre, y cada vez cuesta más encontrar jóvenes dispuestos a formarse en este ámbito. De seguir así, ni los avances tecnológicos ni la robotización servirán por sí solos para garantizar la continuidad de una industria que forma parte del ADN económico de Castellón.
Por ahora, las iniciativas para revertir la situación siguen siendo tímidas. Y aunque hay intención, no parece haber una receta mágica a corto plazo. La cerámica necesita convencer a las nuevas generaciones de que aún tiene mucho que ofrecer. El tiempo, sin embargo, no espera.



